sábado, noviembre 20, 2010

A veces cuando tienes miedo hablas tan bajito que un susurro rompería una copa de cristal, tan bajito que solo mueves los labios. Como si fueras un muñeco ventrílocuo.

Pero hablas, aunque los demás te pongan las palabras en la boca.

Somos esclavos de las palabras (dicen).

Si sólo balbuceas moviendo la boca, si son los demás los que te ponen las palabras, entonces, cuando quieras volver a hablar no podrás hacerlo. Tendrás la garganta atrofiada y todas esas cosas que nunca dijiste se volverán un nudo y te ahogarán.

1 comentario:

Valerio Onfretti dijo...

Necesito gritar. En Mónaco le grité tan fuerte al mar que unos turistas se asustaron, aunque no entendieron por qué le gritaba "gilipollas" al océano.