martes, junio 29, 2010

Nunca significa

Ves unas canchas de tenis a través de las ventanas.

Desechos de pájaros y roales de agua sucia te impiden ver con claridad el exterior.
Ahora ya nadie juega al tenis, la red está roída por el paso del tiempo, el sol se come implacable el antaño rojo del suelo. Hace tiempo que tiene color tierra, color tierra muerta, tierra yerma. Color a nada. Abres la boca mientras tocas con las yemas de los dedos el cristal de la ventana. Intentas recordar esa canción que te cantaba tu madre cuando eras niña.

Sigues mirando por la ventana. Algún día (nunca hoy, siempre es demasiado pronto) bajarás a jugar.

El césped seco rodea el campo. Recuerdas el tacto de la hierba fresca entre las manos cuando salías por la mañana temprano a comprar el pan. Pan y tabaco. No te hacía falta mucho más para vivir. Tocabas el suelo con las manos desnudas y el rocío las bañaba con gotas perladas cristalinas. Luego te tocabas la cara y la dejabas secarse al sol y al viento. Y cuando volvías a casa te sentías limpia.

Todos tus recuerdos de infancia son amarillos. Siempre hacía sol. Las siestas con la tele puesta y la ventana abierta. La puerta de la calle siempre abierta. No existía el miedo. Las tardes en el parque. Bañarte desnuda con tu hermano en una pequeña balsa en el patio. Correr descalza por la calle con los pies negros. El mundo parece grande e inalcanzable cuando eres pequeño, incluso el armario de ropa es un buen escondite.

Cuando creces notas que el armario empieza a combarse por el peso de tu cuerpo hasta que un día se rompe. Entonces, de repente te das cuenta de que eres mayor, ya no hay tardes en el parque ni pies negros. Los problemas son pequeñas bolitas que se van acumulando en tu garganta hasta que no puedes respirar. Y el amarillo empieza a oscurecerse hasta que los colores dejan de existir.

Sigues mirando la pista solitaria por la ventana. Algún día bajarás a jugar, no hoy, todavía es pronto. No puedes darte la vuelta y dejar de mirar por la ventana. Si dejas de mirar ya no habrá pista.

Ni césped seco.

Ni pájaros muertos.

Ya no te quedará nada.

jueves, junio 24, 2010

Siempre menguante

Le miró con la cara serena, tan pálida que la luna se le reflejaba en las mejillas hundidas.

Y esa fue la última vez que la vio.

La primera en verla de verdad. Con los ojos de dentro, legañosos de pasarse más tiempo dormidos que despiertos.

Imagen difuminada en sus pupilas.

Respira.

sábado, junio 19, 2010

Il n'y a que de mots

Y solo son palabras. Una tras otra. Encadenadas sin remedio.
A lo mejor todavía puedes encontrarles sentido.
Puede.
Pero ya no importa-

viernes, junio 11, 2010

je gratte, tu grattes, il gratte...

"No quería crecer, porque los que crecen tienen que morir un día" (Hook, Peter Pan)

Estaba sentado en la silla de mármol mirando la puerta cerrada. Intentaba poner la mente en blanco, sabía que si no lo conseguía sería peor.

Pero el miedo llenaba sus venas de sangre espesa, los antebrazos con ronchas nerviosas de haberse estado rascando ¿por cuánto tiempo? ¿cuándo empezó todo?

No lo sabía. Un segundo. La eternidad.

Es lo mismo.

Él permanecía imperturbable, haciéndose la piel trizas, comido por la incertidumbre, muerto de no saber. Firme en su deseo de seguir viviendo. Pero esto no es vida, porque no cambia, lleva demasiado tiempo sin cambiar y el ciclo de estabilidad es demasiado largo y siente que no ha aprendido nada en este tiempo. Y eso es morirse poco a poco. Y lo sabe.

Humo gris entra por las ranuras de la puerta (todavía) cerrada. Y se acerca.

Estira la mano para tocarlo.

Necesita verse a sí mismo traspasándolo para poder empezar a sentir.