jueves, marzo 25, 2010

Solo los que no aman odian, los que no aman y los inhumanos.

lunes, marzo 15, 2010

La tortuga se mueve


Nos rodea un mundo tan vasto que es dificil no sentirse minúsculo en comparación.
Cuando era pequeña e ibamos a pasar unos días al campo, me gustaba (y asustaba) acostarme en el suelo a mirar las estrellas. Allí, dónde nos alumbrábamos con candiles y no había farolas a kilómetros, todo se volvía mucho más real.
La naturaleza realmente existía y tenía vida y podías notarla.
Y ahí acostada me di cuenta de que no existe el silencio, la tierra nunca duerme. Era más consciente de todo lo que se movía a mi alrededor: el latido de mi corazón, el crujir de las ramas de los árboles mecidos por el viento, los animalillos nocturnos merodeando.
Y mirando el cielo plagado de estrellas me sentí absorvida por el mundo, catapultada hacia ese techo negro perlado.
Y el terror me atenazaba el pecho pensando que en cualquier momento me tragaría.
Pero nunca ocurrió.

miércoles, marzo 10, 2010

Porqueporqueporqueporque


- ¿Por qué?
- ¿Por qué qué?
- Ya sabes... ¿Por qué estás haciendo ésto? ¿Cómo empezó todo?
- No estoy segura del comienzo. Ya sabes cómo son estas cosas. Simplemente sucedió. Cuando volví a ser consciente, ya no me quedaba nada. Ésto es lo último y estoy a punto de perderlo.
- Todavía me tienes a mi.
- No seas iluso. Claro que no te tengo, tú no eres de nadie. Ni siquiera te perteneces a ti mismo.

miércoles, marzo 03, 2010

Soñó que llovía

Soñó que llovía y se le desgarraban las mejillas.
El agua nunca más volvería a ignorarla, humedeciéndola igual que a la tierra, como si no valiera más que las hojas de los árboles, o la hierba fresca. Nunca más.
Las gotas le calaban en la carne hasta los huesos, rasgando la piel blanda y caliente, llenando sus huecos con imprecisión. Caminaba hacia ninguna parte, segura de que encontraría algún lugar donde poder resguardarse antes de que su cuerpo terminara por quebrarse.
El pánico danzaba mandando espasmos eléctricos por toda su columna, saltando entre las vértebras con chispas imposiblemente luminosas. El estómago le tironeaba en espirales irreales, retorciéndole las entrañas, queriendo salir de ese cuerpo enfermo, intuyendo, conociendo su final.
Las arcadas le subían desde lo más profundo del vientre. Las piernas temblando como flores marchitas, muertas. El pelo lacio desprendiéndose a puñados, deshaciéndose antes de caer al suelo. Dejando un rastro de vacío a su paso.
Las gotas llenaron su cuerpo de agujeros hasta que no quedó nada.
Entonces solo quedó la lluvia.
Imperturbable. Sola.