miércoles, marzo 03, 2010

Soñó que llovía

Soñó que llovía y se le desgarraban las mejillas.
El agua nunca más volvería a ignorarla, humedeciéndola igual que a la tierra, como si no valiera más que las hojas de los árboles, o la hierba fresca. Nunca más.
Las gotas le calaban en la carne hasta los huesos, rasgando la piel blanda y caliente, llenando sus huecos con imprecisión. Caminaba hacia ninguna parte, segura de que encontraría algún lugar donde poder resguardarse antes de que su cuerpo terminara por quebrarse.
El pánico danzaba mandando espasmos eléctricos por toda su columna, saltando entre las vértebras con chispas imposiblemente luminosas. El estómago le tironeaba en espirales irreales, retorciéndole las entrañas, queriendo salir de ese cuerpo enfermo, intuyendo, conociendo su final.
Las arcadas le subían desde lo más profundo del vientre. Las piernas temblando como flores marchitas, muertas. El pelo lacio desprendiéndose a puñados, deshaciéndose antes de caer al suelo. Dejando un rastro de vacío a su paso.
Las gotas llenaron su cuerpo de agujeros hasta que no quedó nada.
Entonces solo quedó la lluvia.
Imperturbable. Sola.

1 comentario:

Raquel dijo...

(Ojalá todo hubiera sido verdad.)